Avagar es un pequeño oasis en el frenesí urbano. Un alto en la carrera de fondo. Donde compartir un té con charla o en silencio. Donde meditar y recargar las pilas. Quizás sanar los dolores del alma o del cuerpo.
Porque en medio de Bravo Murillo existe una burbuja silenciosa en el bullicio de Madrid, un jardín de flores y manzanos al cual se asoman las ventanas de Avagar.
Además hay otras ventanas, invisibles, que se abren cada vez que alguien se mira en el pecho sin prisa...
Avagar, Avagar... Despacio, despacio.